No se si algún día veas esto, pero si lo llegas a ver, quiero que sepas que siempre vas a poder contar conmigo para lo que necesites. Digo esto por que se que si pasas por alguna mala racha (Que deseo que no te suceda nunca) y necesitas de ayuda o simplemente que te escuchen, no pensaras en mi por pena o por alguna otra cosa que te inventes 😜. Pase lo que pase puedes contar conmigo.
Pd. Lo de que me envíes el mensaje de "Hidrata la vida" (jajajaja pero que mala frase escogí) era para que te enviara un audio que por mala suerte se borró, pero igual si puedes manda el mensaje y ya te mandare otro jeje.
-------------- De aquí en adelante es el texto original jeje (18/07/2016)
Hola!!!
Si estás aquí es porque si conseguiste usar el código Qr o ingresaste URL 😉.
Bueno, la intensión era que estuviera toda la historia en los pétalos, pero se estaba haciendo muy grueso libro y le idea era que no te dieras cuenta hasta que estuvieras en tu casa, espero funcione.
Disculpa por mi letra, de verdad disculpa por eso.
Ah!!
Los demás pétalos los tengo para cuando quieras ir por ellos...
Por favor, al terminar de leer esta publicación envíame un whats con la leyenda: "hidrata la vida"
Aquí está la historia completa:
"Cierta vez había un pintor, muy enamorado de una mujer, de tal forma estaba enamorado, que ella era continuamente su inspiración, amanecía con los ojos encendidos de amor, y cuando la miraba a su lado, renacía cada vez el deseo de pintar y volver a pintar, sus colores se encendían por la belleza de sus sentimientos, un día, cuando el sol comenzaba a iluminar su atelier, despertó, y vio que su mujer, aquella mujer a la que tanto amaba, ya no estaba a su lado, bueno no era costumbre de el esta situación, así que se levanto y empezó a buscarla, y sobre la mesa encontró una carta, que decía, me voy y ya no voy a volver nunca mas, he dejado de quererte , creyó que enloquecía, desesperó, comenzó a tirar cosas contra las paredes y se sumió en las mas profundas de las depresiones de un momento para el otro, y empezaron a pasar los minutos, y las horas, y también los días, no comía y no tomaba agua y no vivía, y cuando ya su cuerpo empezaba a debilitarse gravemente recordó que había un monje, no muy lejano, en un monasterio que había conocido cuando niño, y que siempre tenia una respuesta para cada cuestión que él le planteara, y con poca fuerza pero con un hálito de vida, tomo un tren que lo llevo aquella vieja estación, cuando bajo, camino hacia el monasterio y cuando entro en los jardines de aquel lugar, vio de espaldas caminando a aquel monje, lo reconoció por su andar, si, apenas lo vio, se acercó a el presuroso y cuando estuvo allí, con su barba crecida, con sus ojos decaídos, con su pelo desgreñado, se puso adelante del monje, a quien le resulto un rostro algo conocido pero muy desdibujado y le contó su historia, le contó de su dolor, le contó de su pérdida, le contó desesperadamente de su ansiedad de recuperar aquella mujer y de su desesperación por sentir que ya no volvería nunca mas, y cuando le hubo contado todo esto, espero una respuesta, ávido, con la necesidad de aquel que no tiene otra opción en la vida que lo que va a escuchar, el monje, lo miró a los ojos, puso una mano sobre el hombro de aquel desvalido pintor y le dijo: -Esto también va a pasar. Desconcertado, desconcertado por esta respuesta, no encontrando que ella le sustentara nada del dolor que sentía, se alejo ya con el pensamiento dirigido hacia la mismísima muerte, tomo aquel tren, llegó a la estación de su pueblo, y cuando bajo por las escaleras, se topo intempestivamente con una mujer, a la que se le cayeron las pertenencias, en ese encuentro, por ese choque, ambos se agacharon a levantar las cosas, y cuando se miraron, quedaron perplejamente enamorados, nunca se habían visto en la vida, pero sintieron como si se conocieran desde siempre y desde ese momento, desde ese preciso instante no se separaron nunca mas.
Y él entonces, una mañana también, comenzó a comprender lo que aquel monje le había dicho, y entonces sintió el deseo, la obligación de volver a verlo y de contarle todo y de decirle cuanta razón tenia, así que tomo aquel tren, llegó a aquella vieja estación, entro por los jardines del monasterio, y fue en busca de aquel hombre, y cuando lo encontró, con desesperación, ya sin barba, ya con los ojos llenos, colmados de amor, le contó toda esta historia, le contó de la sabiduría que ese monje tuvo cuando le contó aquello que él no pudo comprender y espero al terminar, ávidamente una respuesta, el monje lo miró a los ojos, puso una mano sobre su hombro y le dijo: -Esto también va a pasar”